Me llamo Arouet, tengo cuarentaiocho años y soy adicto al Facebook.
Todo comenzó cuando apenas el pasado mes de enero, y animado por la curiosidad, abrí mi cuenta en una de aquellas redes sociales. A usted le consta, lector, porque aquí lo escribí: no pensé tener más de entre treinta y cuarenta amigos y nunca creí ensimismarme en la maraña de saber su estado de ánimo, sus obsesiones y sus predilecciones que van desde cómo les gusta la sopa de fideo hasta cuando andan medio mal con su pareja además de cuando ponen una que otra frase memorable del tipo “Soy feliz si tú eres feliz aunque no sea a mi lado”. Para decirlo rápido, ya no me espanto al leer que hay quien considera que son poemas lo que escribe Antonio Aguilar o que alguna chica se considere así: “super radical de izquierda” y enseguida advierta que es católica.
El caso es que ahora estoy en el feis unas 15 horas diarias –en la computadora o en el teléfono--, tengo casi cuatroscientos amigos y no sólo leo sobre hasta cómo visten sino que yo mismo comparto mis alegrías y mis tristezas, entre las más recientes, las que llegaron con el paso de los ratones negros en Sudáfrica. Me entretengo tanto que incluso ya no creo en la gracejada esa que pregunta si uno tiene vida social o está conectado al Facebook porque estoy convencido de que en aquella red hay una auténtica vida social que, por cierto, tiene alcances insospechados. No exagero al decir que por esa vía conoceré a más personas que en mi andar por la existencia sin la misma.
Cuando estoy serio, en el feis encuentro recomendaciones de textos de todo el mundo sobre música, cine o acerca de los medios de comunicación, y por eso sigo como un devoto las sugerencias de Braulio Peralta, Carlos Bravo Regidor, David Gaxiola, Leyla Méndez y Jorge M. Mendoza Toraya. Pero cuando el desmadre se sube a mi cabeza pues tengo la opción de participar de las fiestas virtuales que, cada viernes, organiza una señora que se llama Gaby Portilla quien aparte acostumbra “subir” sus fotos para el deleite del respetable –para decirlo en buen cristiano está buenísima, la verdad-- y coloca diario alguna cita que en veces me parecen la neta y otras algo así como un monumento a lo obvio o a lo fresa; de Portilla extraño que nunca comente lo que otros dicen y que sólo exista para ser vista y leída, ¡como Presidenta de todos los mexicanos!. Pero ya que de mujeres atractivas hablamos, Vania Luna Medieval, además de sus espléndidos atributos físicos es capaz de agitar a las masas con cierta causa memorable y luego, en alguna otra ocasión, poner una que otra rola del tipo de “ella elegía canciones en un pasadiscos...” (laralí, laralá), nada menos que de Diego Verdaguer.
Cuando estoy serio, en el feis encuentro recomendaciones de textos de todo el mundo sobre música, cine o acerca de los medios de comunicación, y por eso sigo como un devoto las sugerencias de Braulio Peralta, Carlos Bravo Regidor, David Gaxiola, Leyla Méndez y Jorge M. Mendoza Toraya. Pero cuando el desmadre se sube a mi cabeza pues tengo la opción de participar de las fiestas virtuales que, cada viernes, organiza una señora que se llama Gaby Portilla quien aparte acostumbra “subir” sus fotos para el deleite del respetable –para decirlo en buen cristiano está buenísima, la verdad-- y coloca diario alguna cita que en veces me parecen la neta y otras algo así como un monumento a lo obvio o a lo fresa; de Portilla extraño que nunca comente lo que otros dicen y que sólo exista para ser vista y leída, ¡como Presidenta de todos los mexicanos!. Pero ya que de mujeres atractivas hablamos, Vania Luna Medieval, además de sus espléndidos atributos físicos es capaz de agitar a las masas con cierta causa memorable y luego, en alguna otra ocasión, poner una que otra rola del tipo de “ella elegía canciones en un pasadiscos...” (laralí, laralá), nada menos que de Diego Verdaguer.
Por:Lizette Suarez
ME DIO WEBA LEER PERO YA COMENTE KBRON
ResponderEliminarjaajajaj no mamss
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